LELE : ejemplos concretos en el Lycée franco-bolivien de La Paz
Tatiana Alvarado Teodorika Presentación
El conjunto de lecturas que aquí se reúnen son fruto del trabajo de los alumnos de Terminale L del Lycée franco-bolivien Alcide D’Orbigny de La Paz, Bolivia, para la materia de Littérature étrangère en langue étrangère. En esta nueva materia que propone la Educación Nacional francesa para la serie literaria se estudian 6 temáticas a lo largo del año escolar. La «antología» que propongo recoge las mejores reflexiones en torno a 4 de estas 6 temáticas: Je de l’écrivain, jeu de l’écriture, La rencontre avec l’autre, L’écrivain dans son siècle y Voyage, parcours initiatique, exil. El programa que establecí para cada una de ellas comprende cuentos y poemas de Borges (para la primera); un fragmento de La Celestina, poemas de Quevedo, Lope de Vega, Bécquer, Neruda y un fragmento de Don Juan Tenorio de Zorrilla (para la segunda); fragmentos de El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, La fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa y La continuidad de los parques de Julio Cortázar (para la tercera); y la novela El camino a Ítaca de Carlos Liscano junto con el poemario Ítaca de Blanca Wiethüchter (para la última).
Pablo Colina, Valentina Eid, Moyra Oblitas y Rebeca Paz parten de un mismo corpus para presentar sus lecturas desde una perspectiva individual pero con el asiento común adquirido en clases ya a través de charlas de tipo magistral ya a través del diálogo. Cada temática viene además enriquecida con la lectura personal que hacen sendos autores de un documento de elección propia que añaden a cada temática para ampliar el espectro de la materia.
Je de l’écrivain, jeu de l’écriture – Borges
Borges escribe poemas, cuentos y ensayos en los cuales el proceso de escritura y la función del escritor juegan un papel importante para presentar la noción de nuestro interés: «yo del escritor, juego de la escritura». La escritura de Borges es autorreferencial: el «yo» del escritor se manifiesta en su escritura como un punto de referencia de su propia existencia. Con el fin de arrojar luz sobre esta noción, estudiaremos los siguientes textos del autor argentino: La forma de la espada (en Ficciones, 1944), Borges y yo y El poema de los dones (en El Hacedor, 1960) y El Otro (en El libro de la arena, 1975). Así podremos desvelar diferentes funciones del «yo».
En La forma de la espada, un hombre nos cuenta la historia de su traición y de cómo se queda con la cicatriz que deforma su rostro. El título nos hace pensar que fue el corte de una espada, sin embargo, conforme avanza la historia, nos damos cuenta de que el arma del crimen es, en realidad, un alfanje. Poco a poco nos vamos adentrando en un mundo borgeano lleno de confusiones: nada es lo que parece. El hombre de la cicatriz es conocido en Tacuarembó como el inglés, pero se trata en realidad de un irlandés. Además, al iniciar el cuento se nos indica que «su nombre verdadero no importa», cuando en realidad se trata de un elemento fundamental; caemos en la cuenta de ello en el desenlace de la historia. Su nombre es Vincent Moon, nombre que nos hace pensar en la luna y, por lo tanto, en las múltiples personalidades (caras de la luna) de este personaje. Por un lado se encuentra el dicho «inglés» descrito como un hombre severo pero justo que trabaja «a la par de sus peones». Y por otro lado se encuentra Vincent Moon, un hombre cobarde, flaco y fofo. Todo esto se

desarrolla en torno a la metáfora del espejo que como señalaba el propio Borges en Siete noches, «hay algo de temible en esa duplicación visual de la realidad». Finalmente, el lector descubre con sorpresa que el interlocutor de Moon es Borges. Asimismo, Borges es el narrador de la historia y se expresa en la primera persona del singular: «cuando advertí que yo estaba borracho» (el subrayado es mío). Es entonces cuando surgen la siguientes preguntas: ¿Quién es Borges? ¿Un simple homónimo del autor? En un principio podríamos pensar que se trata del escritor, debido al constante juego de espejos, es decir de dobles: el inglés es un irlandés, la espada es un alfanje… Pero, conociendo algunos datos sobre el autor, esta idea puede ser rápida y fácilmente desechada. Además, podemos apoyarnos en la afirmación de Ernesto Sábato: «la vida de un personaje novelístico es doblemente libre, pues permite al autor (…) vivir otras vidas»… Borges sabe hacerlo de manera magistral.
En Borges y yo podemos presenciar nuevamente un juego de dobles, esta vez mucho más complejo. Los personajes son Borges y Borges, hecho que puede confundir al lector. Al principio del micro- cuento podemos, o al menos creemos poder, diferenciarlos, pero poco a poco estos personajes se confunden hasta formar uno solo: «yo he de quedar en Borges». En este cuento existe un conflicto, una dualidad en Borges, y asistimos a un desdoblamiento entre Borges como figura pública y Borges como el narrador de este micro-cuento. Se hace alusión a El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson (novela en la cual el protagonista sufre de un desorden psiquiátrico conocido como trastorno de identidad disociativo, es decir que tiene múltiples personalidades) para ilustrar esa dualidad. El narrador habla de Borges escritor y lo describe como un ser lejano del que únicamente tiene noticias por correo. Además, el narrador asegura que se deja vivir, pues Borges lo consume y todo lo que era suyo, ahora es de Borges: «pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas». Es porque este narrador se deja vivir que Borges es capaz de «tramar su literatura», literatura que justifica la existencia del narrador. Desgraciadamente, cediendo todo al otro, el narrador está condenado a perderse y uno formará parte del otro: «No sé cuál de los dos escribe esta página». Conforme avanza el cuento, el «yo» deja de ser un «simple» protagonista, se convierte en un «yo» en el que el autor se manifiesta, pero un «yo» que sigue siendo ficticio.
En El poema de los dones nos enfrentamos a un poema autobiográfico. Borges, en 1955, es nombrado Director General de la Biblioteca Nacional y ocupará ese puesto por 18 años. Desgraciadamente, al mismo tiempo es víctima de una ceguera gradual. El poema refleja su sufrimiento, ya que para Borges el libro es un objeto divino, una de la mayores fuentes de felicidad que ofrece un universo vivo cada vez que abrimos sus páginas: «yo que me figuraba el Paraíso, bajo la especie de una biblioteca». Y ahora que tiene una biblioteca al alcance de sus manos es atacado por una ceguera que lo encierra en un fatal laberinto. Sirviéndose del mito de Tántalo («de hambre y de sed […] muere un rey entre fuentes y jardines»), Borges afirma que no puede hacer uso de los libros. Sin embargo, no parece quejarse, ya que no es el único con esa suerte («otro ya recibió en otras borrosas tardes los muchos libros y la sombra»), todo es obra del destino. El poema tiene una relación muy estrecha con Milton, escritor inglés atacado por la ceguera (On his blindness – A su ceguera). Además, Borges menciona a Groussac (también director de la Biblioteca y ciego), que tuvo la misma «suerte», para resaltar aún más el hecho de no estar solo. De un «yo plural y de una sola sombra», la historia se repite en diferentes personas. El «yo» es plural, Borges y los demás personajes comparten ese destino; así, el «yo plural» se hace una «mezcla homogénea».
Para finalizar, El otro presenta un escenario aún más confuso. Los personajes son dos Borges separados por el espacio y el tiempo: un Borges viejo que se encuentra a orillas del río Charles en Cambridge y un Borges joven que se encuentra a orillas del Ródano en Ginebra. Se trata de una referencia a Heráclito de Efeso: «es imposible bañarse dos veces en el mismo río, ya que uno y el río no son los mismos». El autor nos confunde, no sabemos quién sueña a quién. Los personajes se encuentran en un «banco que está en dos tiempos y dos sitios» e inmediatamente comprenden que no pueden entenderse y que no pueden mentirse. No por nada se hace referencia a Dostoievsky y a

su obra El doble. Ninguno de los dos Borges logra distinguir a uno de otro, como el lector no logra distinguir bien a uno y otro Borges. De hecho, ambos son un mismo sujeto, pero al mismo tiempo son totalmente diferentes: dos generaciones en un cruce de caminos. Aunque el Borges viejo logra reconocerse en el joven («lo que silbaba, lo que trataba de silbar (nunca he sido muy entonado)», de un modo paternal; el joven duda de la situación… Para el joven es solo un sueño, pero para el Borges viejo es un hecho real. El texto permite hacer un paralelo entre los dos Borges: se nos revela su situación familiar, su posición política, así como sus gustos… Son parecidos pero también diferentes, tienen gustos variados, uno mira al futuro y el otro es nostálgico, uno cree y el otro no, pero ambos utilizan el «yo». De esta manera, el lector cae nuevamente en la trampa del escritor. Para Borges viejo todo es real, pero para el otro es solo ficción.
Borges confunde constantemente al lector creando personajes que llevan su nombre. El «yo» tiene en cada cuento o poesía una naturaleza nueva. El «yo» puede ser el narrador, el protagonista, una alusión al autor… Lo que está claro es que el lector ingresa en un mundo borgeano donde el escritor construye un juego. El «yo» se dibuja como una especie de «máscara deformante» que quizás nos impide conocer al verdadero Borges.
Finalmente, la literatura según Borges es el deber de cada uno de “dar con su voz”. Un escritor siempre busca conocerse a sí mismo en sus obras, por ello se podría decir que toda literatura tiene algo de autobiográfico ya que el autor se manifiesta necesariamente (“La obra que perdure … es un espejo que declara los rasgos del lector y es también un mapa del mundo.”)
Moyra Oblitas
Las posibilidades de escritura no tienen limite. En Borges las fronteras entre el proceso de escritura y de lectura se difuminan a través de un juego de identidades. Así el papel del « Yo» en la escritura es más complejo de lo que parece. Sus obras son el reflejo entre la dualidad de sus personajes, de sus personalidades y por lo tanto de la confusión que reside en ellas. De esta manera la literatura borgiana nos introducirá en un juego del “Yo” a través la escritura. En que medidas el juego en la literatura se confronta al “Yo” biográfico? Para esto analizaremos los siguientes relatos: cuentos La forma de la espada de 1944, Borges y Yo, el Poema de los dones, ambos de 1960; y El Otro de 1975.
En La forma de la espada, el juego del escritor se ve representado a través de paralelismos y juegos de doble sentido. Borges nos presenta personajes bizarros. Vincent Moon cuenta cómo traicionó sin vergüenza alguna, al hombre que le había salvado la vida. Desde el inicio “Moon” hace alusión a las varias facetas de la luna. Nos adentramos así a un laberinto borgeano lleno de paralelismos. Borges plasma hechos con doble sentido: el personaje inglés resulta ser irlandés. Las diferentes maneras de concebir a Vincent Moon se revelan a lo largo de la historia. Visto al comienzo como una persona dura «Dicen que era severo hasta la crueldad, pero escrupulosamente justo», descubrimos después que era un hombre marcado por su cobardía : «era flaco y fofo a la vez; daba la incómoda impresión de ser invertebrado». Por otra parte, el título del cuento hace alusión a la cicatriz que tiene en la cara, en el cuento no encontramos una espada, si no un alfanje. «La forma de la espada» no es mas que la forma de una cicatriz dejada por un alfanje: «un arco ceniciento y casi perfecto que de un lado ajaba la sien y del otro el pómulo».

Al final del cuento, nos sorprendemos al descubrir a Borges como el interlocutor de Vincent Moon. El autor al igual que los otros personajes se confunden entre ellos y por consecuente el lector no llega a desentrañar el juego de identidades que se oculta atrás del relato. ¿Quién es este Borges que se encuentra en la escena de la historia? La forma de la espada muestra de esta manera un profundo mundo de reflejos, máscaras y contrastes. Lo fantástico lleva a la confusión de identidades donde el «Yo» de Borges resulta ser un misterio para el lector.
Por otra parte en Borges y yo, el problema de la identidad es explícitamente expuesto. Somos introducidos al poema con «el otro», indicio que predice la batalla que se librara entre los diferentes Borges. Observamos una relación ambigua entre el escritor y su otro “Yo”. La relación con un tal «Borges» comienza siendo distante, normal, «Borges» es un hombre que aparece en «diccionarios biográficos, en una terna de profesores». Sin embargo, a medida que avanzamos, ésta se vuelve confusa, a un punto que ni el autor sabe si él escribe o no. Poco a poco constatamos una cierta sumisión hacia el Borges escritor. : «Yo estoy destinado a perderme» , «poco a poco voy cediéndole todo», «y yo he de quedar en Borges, no en mí». Una relación de dependencia causa la pérdida de Borges y Borges escritor se vuelve una necesidad enfermiza. La identidad del autor se disuelve en su conciencia, trastornándolo con su carrera de escritor: «No sé cual de los dos escribe esta página». El “yo” biográfico que surge de este poema se traduce en la necesidad de que un hombre vista con la mascara de otro para poder hablar de si mismo. . «Borges puede tramar su literatura y esa literatura me justifica». ¿ Busca Borges ser dominado por su otro “yo”?
Borges se cuestiona por la existencia de un yo en un universo en el que se encuentra perdido.
Borges se presenta por otra parte, en el Poema de los dones, bajo un «yo» autobiográfico. Cuenta haber sido director de la Biblioteca Nacional tras ser alcanzado por la ceguera. El juego de la escritura se revela en la desconstrucción del «yo» borgeano. La autobiografía asume rápidamente un papel en el poema, que nos lleva a identificar las diferencias entres las diversas escrituras del «yo». La escritura autobiográfica mitifica al autor otorgándole otra perpespectiva a la identidad. Borges se muestra como una víctima más de las ironías de la vida, experiencia que comparte con Groussac, que también es citado en el poema. Borges se compara con «el otro», «soy el otro…». La pluralidad del «yo» ( « Cuál de los dos escribe este poema de un yo plural y de una sola sombra?») vuelve a ser la protagonista del relato en un mundo borgeano lleno de bibliotecas y laberintos confusos que enfatizan los cuestionamientos del “yo”.
El último texto de nuestro corpus corresponde a un cuento de Borges, titulado El otro. El juego de la escritura en este relato se caracteriza por la ruptura de la temporalidad y el encuentro elíptico entre el autor y su alter ego. Nos encontramos con dos Borges: uno joven y uno más viejo. Notamos desde el principio una indiferencia del Borges joven hacia la conversación de Borges viejo quien relata su vida. Llegamos de esta manera a adentrarnos en una de la identidades del autor que revela su ideología y pensamientos. «Francia no tardó en capitular; Inglaterra y América libraron contra un dictador alemán, que se llamaba Hitler, la cíclica batalla de Waterloo». Los alter egos de Borges difieren entre ellos lo que simboliza la difícil relación entre las identidades y personalidades del autor. A medida que la historia transcurre el lector es introducido en un mundo que se confunde entre sueños y el inconsciente. Ambos se confunden poniendo en duda la realidad del encuentro. Podríamos pensar en un viaje que el autor realiza para conocer a su Borges oculto, sabio o mas bien ingenuo e inocente que se encuentra perdido en su subconsciente. Finalmente «la imposible fecha en el dólar» deja una vez mas al lector en un mar de dudas, resultado del juego de la escritura. Experimentamos una vez más el yo en el centro del laberinto.
El estudio de nuestro corpus nos pudo introducir en un mundo lleno de contestaciones, de ambigüedades y de un cuestionamiento sobre la identidad. El juego de espejos y mascaras se confunden así en un laberinto borgeano que nos deja permanentemente en la duda. El juego de la

escritura se muestra como un arma para plantear la dificultad de la aceptación del “yo”. La escritura biográfica de Borges nos muestra una nueva manera de jugar con las palabras y de poner en duda la existencia de un único “yo”.
Valentina Eid
La rencontre avec l’autre – Amor y desamor
El amor es un tema recurrente de inspiración en las artes: la pintura, la música y, claro, la literatura. Por lo tanto, hablar de amor en la literatura es (¿por qué no?) hablar de la historia de la literatura que, según Aristóteles, es un reflejo de la realidad. Para adentrarnos en este tema estudiaremos los siguientes textos: La Celestina (Acto X) de Fernando de Rojas, el Soneto CXXVI de Lope de Vega, Don Juan Tenorio (Acto IV) de José Zorilla, la Rima XXIV de Gustavo Adolfo Bécquer, Donde habite el olvido de Luis Cernuda y el Poema 20 de Pablo Neruda.
En el primer texto (fragmento del Acto X de La Celestina de Fernando de Rojas), Melibea revela a Celestina los sentimientos que la atormentan. Este fragmento se puede dividir en tres partes: la descripción del amor en boca de Celestina («Es un fuego escondido, una agradable llaga, un sabroso veneno … una blanda muerte»), donde observamos una larga enumeración de oxímoros (el uso de dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión). Luego, el desmayo de Melibea al escuchar el nombre de Calisto, que revela las tácticas que usa la alcahueta para manipular: falsedades («¡Oh, mezquina yo!») y evasiones («No te lo oso decir»). Finalmente, la aceptación de los sentimientos por parte de Melibea hacia Calisto. En esta parte se revela la complejidad del amor y su evolución («Tanto me fue entonces su habla enojosa, cuanto, después que tú me la tornaste a nombrar, alegre»). El amor puede tener diferentes períodos, períodos de negación y de duda, pero luego resulta victorioso.
En el soneto de Francisco de Quevedo se recurre a un tema clásico: el «amor constante más allá de la muerte». La presencia de la mitología griega es evidente: el alma debe atravesar las aguas estigias («Mas no de esotra parte en la ribera») para ingresar al mundo de los muertos. Sin embargo, en este poema, las aguas de la laguna Estigia se confunden con otros ríos del Hades: el Aqueronte (el río de la aflicción) y el Lete (el río del olvido); pero el poeta sale triunfador ya que «nadar sabe su llama el agua fría y perder respeto a la ley severa». De esta manera, el poeta quebranta las leyes del mundo de los muertos llevando consigo sus memorias, cuando en realidad no está permitido llevarse nada. El poeta también recurre al cristianismo al cerrar el poema («polvo eres y en polvo te convertirás») y le otorga a lo físico una importancia en el amor, «polvo serán, mas polvo enamorado». Así, se revela el complejo juego de Quevedo: después de la muerte, tanto el alma como el cuerpo preservan el recuerdo del amor. ¿Cuál es entonces el recipiente del amor? ¿El cuerpo o el alma? Parece ser una elección imposible para el poeta.
En el soneto de Lope de Vega también se desencadena una serie de oxímoros (muy similares a los que están presentes en el fragmento de La Celestina), de modo que parece seguirse una larga tradición en la descripción del amor. El autor hace uso del asíndeton (omisión de las conjunciones) con el fin de contagiar el apasionamiento y otorgar una mayor fluidez verbal al texto. Además, con el uso de quiasmos (disposición cruzada o paralelismo inverso) como «difunto, vivo», se presencia una perturbación de los sentidos y de la razón. El autor hace referencia al tema del desengaño, y

afirma que prefiere vivir engañado… En este poema, la palabra «amor» no se nombra sino en el último verso del soneto: «esto es amor: quien lo probó lo sabe» y descubrimos con él que los versos que preceden y buscan transmitir la emoción del yo lírico son una definición del amor. El último verso también crea una complicidad entre el poeta y el lector ya que el amor no es una experiencia propia al poeta, sino una en la que el lector se reconoce.
El siguiente fragmento es parte del acto IV de Don Juan Tenorio. El protagonista es como lo indica su propio nombre («Tenorio»), de un hombre que galantea. Don Juan es un hombre inconstante y seductor, sabe usar el arte del engaño para atraer físicamente a su víctima. En la tirada de Don Juan se establece un locus amoenus, topos renacentista que se refiere al acercamiento al campo (al lugar silvestre) como un acercamiento a la virtud. Pero Don Juan rechaza una serie de valores: la religión, la autoridad paterna (El Comendador), el honor y el matrimonio. Doña Inés, por otro lado, la amada, representa la esencia del amor cristiano; además, es rica y noble, pero no lo presume; es bella y joven, pero no busca seducir. Su personaje representa el triunfo del amor, no un amor carnal, sino un amor que va más allá de la atracción física. Más allá del fragmento de nuestro corpus, Don Juan Tenorio presenta otra dimensión del amor: el protagonista pasa de ser el seductor a ser el seducido: «Empezó como una apuesta, siguió con un devaneo, engendró luego un deseo y hoy me quema el corazón». El amor salva a Don Juan de ser condenado: se convierte en un hombre indeciso y luego aterrorizado por la ira de Dios, y esto lo lleva a pedir por la salvación de su alma.
En el Ojo del diablo de Ingmar Bergman, Don Juan no puede hacer nada ante el amor verdadero. Don Juan vuelve a la tierra, enviado por el diablo para seducir a Britt-Marie, una joven linda, virgen y religiosa. Lo que parece ser muy fácil en un principio se torna en una situación incómoda: a la joven no le importa entregar su cuerpo ya que su amor va más allá de lo físico y ese amor es algo que Don Juan no podrá corromper. Como en el texto de Zorrilla, el Don Juan de Bergman pasa de ser el seductor a ser el seducido y vuelve al infierno lleno de frustraciones por no haber podido conquistar a la joven.
La Rima XXIV de Adolfo Bécquer comienza con un tono optimista: la pasión de dos amantes que «forman una sola llama». Esta unión se compara luego con la música: las notas se unen y forman una melodía («dos notas […] armoniosas se abrazan») y finalmente con la naturaleza: «dos olas» mueren juntas «sobre una playa», «dos jirones de vapor […] forman una nube blanca». El amor es natural, una unión necesaria. El poeta enfatiza el que solo hay «dos» elementos en cada unión recurriendo a una anáfora, es decir una repetición al comienzo de cada estrofa: «dos rojas lenguas», «dos notas», «dos olas», «dos jirones», «dos ideas»: el poeta y su amada nacen para estar juntos… Es el tema del amor idealizado del Romanticismo.
En el poema de Luis Cernuda, Donde habite el olvido, se recalca la importancia fundamental del amor en la vida. Según Cernuda, solo vive quien ama y es amado: «solo vive quien besa», el amor es el motor del ser humano; aquellos que no aman o que ya no aman, están «muertos en pie». Por lo tanto, una vida sin amor no tiene sentido. El autor habla del amor correspondido («los que ese amor perdieron»), ya que el amor no correspondido no es un amor del que pueda disfrutarse plenamente, y no podemos vivir verdaderamente. También implica un aprendizaje del amor a lo largo de la vida: primero es una «inocencia primera» que se transforma en deseo y luego en amor; la experiencia en la vida es fundamental para poder amar… Al final, Cernuda se refiere al olvido: «olvido de sí mismo en otro olvido»: cuando uno ama a una persona (y solo a una persona), se pierde en el otro, deja de pensar en sí mismo y se concentra únicamente en el ser amado. El olvido, contrario a lo que podríamos pensar, produce un sentimiento de placer, ya que disfrutamos siendo amados, todo lo demás pierde importancia…
El último texto de nuestro corpus es el Poema 20 de Pablo Neruda. En este poema el dolor y el amor son indisolubles; el amor sin dolor no es amor, y ese dolor trae consigo cierto placer. La

amada aparece como un ser idealizado, acompañado de un concierto de misticismo erótico («fruto de la ensoñación de un adolescente») y se insiste en su imagen: «su oído», «sus grandes ojos fijos», «su cuerpo» y su mirada, que se asocia con el firmamento («noche inmensa», «cielo infinito»). El poema parece estar dirigido a la mujer amada, como si el autor estuviera presentando una queja, quizás de su desolación: el poeta ya no la ama pero tampoco la ha olvidado. Siente su falta y podemos pensar que incluso intentó detener la ruptura, pero fue derrotado: «mi corazón la busca, y ella no está conmigo». La noche es simplemente un telón de fondo con una alusión erótica: el amor termina siendo únicamente un bienestar liviano que luego trae un largo dolor.
Para concluir, podemos decir que el amor es un tema tradicional en la literatura pero que la visión que se tiene de él puede ser muy variada: el amor puede ser erótico, idealizado, post-mortem… En La llama doble, ensayo de Octavio Paz, se analiza el amor en muchas culturas del mundo, desde la Antigua Grecia hasta nuestros días. El autor afirma que «el fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y ésta a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor». El erotismo es propio al hombre, porque el amor es también una especie de rito que necesita imaginación y por lo tanto variación; mientras que el sexo es simple repetición. Paz define la relación entre el sexo, erotismo y amor de la siguiente manera: «el sexo es la raíz, el erotismo es el tallo y el amor es la flor». Podríamos decir que el erotismo es una poesía corporal puesto que la poesía es una erotización verbal. Sin erotismo no hay amor, pero el amor va más allá, el amor busca la belleza del alma, como lo aseguraba Platón. Eros, como hijo de la pobreza y de la riqueza debe dar y recibir, por eso el amor no es un estado pasivo. Octavio Paz concuerda con Neruda: la pasión amorosa es necesariamente dolorosa ya que el amor sin dolor no tiene historia. Además, uno solo puede amar a una persona; si se cree amar a más de una, se está confundido. Sin embargo, al mismo tiempo, Octavio Paz afirma que el amor no es eterno; está compuesto de tiempo, y si bien este tiempo es inconmensurable y discontinuo, es tiempo y se acaba.
De todas formas, no cabe duda de que el amor es parte de la vida, es unidad entre los hombres…
Moyra Oblitas
L’écrivain dans son siècle – El Boom
El compromiso que hubo en Latinoamérica con la política, ya antes de los años sesenta, fue uno de los movimientos más sorprendentes que surge entre los hispanoamericanos. Este movimiento lleva, irónicamente, un nombre anglosajón, el «Boom Latinoamericano», e integra a, en muchos casos, a escritores latinoamericanos que escribían en español desde el extranjero. Este conjunto de escritores empieza a escribir en el mismo periodo histórico, por pura coincidencia, siguiendo además una misma línea de escritura innovadora presente en muchos de ellos: el «realismo mágico». Como dice Julio Cortázar, el Boom se concibió gracias al azar, que actúa mucho mejor que la razón. El realismo mágico consistía en la coexistencia de lo insólito, lo maravilloso, lo mágico y lo real. Uno de los objetivos de este movimiento no solo fue mostrar una realidad mágica hispanoamericana, sino también hacer una fuerte crítica a la vida política y social en este lado del mundo. En este sentido, podemos encontrar el tópico del dictador, un personaje recurrente en muchas obras, que marcó la historia del continente tanto en la realidad como en la literatura. Muchos gobiernos injustos y corruptos, con dictadores sedientos de poder sirven los escritores para crear personajes de ficción a partir de la realidad y expresar lo que sentía el pueblo.

En lo que sigue estudiaremos cómo algunos autores latinoamericanos trataron la imagen del dictador y cómo se producía, a la vez, uno de los movimientos más importantes en la literatura y el arte: el realismo mágico. Además, veremos cómo estas dos características se unen para consolidar una misma voluntad literaria que unía a muchos escritores hispanoamericanos.
La temática del dictador concierne la realidad de Latinoamérica. Algunas dictaduras que dejaron heridas en el continente fueron la de Porfirio Díaz en México, Batista en Cuba y Trujillo en Uruguay, entre otras. Uno de estos tormentosos gobiernos sirve de ejemplo a Miguel Angel Asturias en El Señor Presidente, donde se hace una crítica al gobierno de Estrada Cabrera, en Guatemala, y se utiliza al dictador como personaje arquetípico; un líder autoritario, poderoso y fuerte que da a la novela cierta oscuridad que se puede sentir desde el comienzo, haciendo que sea omnipresente y que su presencia se sienta de forma casi fantasmagórica. Esto puede interpretarse como la represión que se sentía debido al miedo constante que expresaban la gente.
El escenario degradante y animalizado que demuestra la deshumanización de los personajes en ese ambiente oscuro («los mendigos callaban y se rascaban las pulgas sin poder dormir, atentos a los pasos de los gendarmes que iban y venían por la plaza poco alumbrada») es un ambiente grotesco que ridiculiza la realidad del dictador a través del esperpento.
Asturias describe, como si se tratara de una pesadilla, la atmósfera durante la dictadura de su propio país: Guatemala. Sirviéndose del miedo de los personajes (al dictador) y de su degradación, obliga al lector a sumergirse en ese mundo grotesco hasta sentir náuseas.
Mario Vargas Llosa utiliza también el tópico del dictador haciendo referencia a la dictadura de Trujillo en Uruguay con La fiesta del Chivo. Este escritor logra retomar muchas temáticas a través de tres planos narrativos, haciendo siempre del dictador un tema eje en toda la obra. Primero, está el atractivo masculino y la fuerza masculina y viril que al dictador le gusta mostrar para ejercer una fuerza autoritaria sobre las mujeres, con la historia de Urania, la hija de un Senador que es víctima de esta «fuerza» dictatorial. Otro de los planos son las sublevaciones en las afueras de la ciudad «Trujillo», que tenían el objetivo de ajusticiar al dictador y reivindicar sus derechos. Por último, está la voz de la consciencia del Dictador que también cobra una presencia inmaterial.
Puede verse que, desde el título, la imagen del dictador quiere ser ridiculizada a toda costa pero también ilustrada según un modelo de fuerza, autoridad y poder de decisión sobre la vida privada de las personas (por ejemplo cuando el dictador da la orden a un teniente de evitar relaciones con el enemigo: «Esa hoja de servicios tan buena no puede mancharla casándose con la hermana de un comunista. En mi gobierno no se juntan amigos con enemigos»). Pero la mayor muestra de poder se hace, quizás, a través de la mirada del dictador, una mirada que, además de controlar las reacciones de los personajes, vislumbraba un alma muy violenta que podía entrometerse en lo más íntimo de los demás: «una mirada que nadie podía resistir sin bajar los ojos intimidado, aniquilado por la fuerza que irradiaban esas pupilas perforantes, que parecían leer los pensamientos más secretos, que hacía sentirse desnudas a las gentes». Además, Vargas Llosa utiliza, sin duda de forma irónica, un patriotismo salvacionista que caracterizaba a muchos otros dictadores cuando emplea el término de «benefactor y padre de la Patria Nueva».
En cuanto al cuento de Julio Cortázar, autor que también se considera dentro del movimiento del Boom, nos encontramos ante el mismo contexto histórico, pero en la Continuidad de los Parques se ilustra otro tipo de realidad. Antes que con un realismo mágico, nos encontramos en Cortázar con lo fantástico, que da a lugar una percepción de la realidad bastante insólita. A través de este texto vemos cómo un lector ficticio se sumerge tanto en su lectura que la ficción literaria viene a formar parte de la realidad del lector, la frontera entre estas dos realidades fluctúa hasta el punto de presenciar un encuentro entre el lector y el personaje en el cuento. Se utiliza una transición: la vista

al bosque donde ocurre la ficción del cuento que este personaje esta leyendo («un mundo de hojas secas y senderos furtivos») y la descripción del lugar en el que se encontraba este lector («estudio que miraba hacia el parque de los robles»). Esta vista pasa de ser la del lector del cuento a ser la del personaje del cuento que se esta leyendo «corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa». Esta interferencia a las posibilidades de lo real confunde al lector y hace que el final sea menos determinado aún (cuando el personaje de la ficción que lee el lector-personaje se encuentra con ese lector-personaje) porque nosotros, como lectores-reales, también hacemos parte de una de las dimensiones de esta ficción: leemos la historia de un lector que lee otra historia.
Vemos entonces que Cortázar fusiona lo real con lo insólito y nos abre la puerta a otras alternativas de vivir el texto y leer el mundo. Nos atrapa como en un sueño para meternos en una realidad cuestionable que hace referencia también a las posibilidades de la literatura, el sumergirse en otro mundo.
Esta imagen puede ayudar a mi análisis a ser mejor entendido. Es una historieta cómica de Quino. Hace referencia a dos personajes simbólicos aquí: un militar con ideas represivas y egoístas, y un ciudadano con ideas liberales. Dos fuerzas que se oponen justamente en esta temática… el escritor que trata de transmitir ideales que liberen a la gente para oponerse a la opresión militar. Con los textos de Asturias y Vargas Llosa nos dimos cuenta cabal de la opresión del dictador y de un mundo desecho por la opresión militar. Esta historieta representa claramente el propósito de estos escritores a través de la escritura, pero Quino se sirve de un sarcasmo muy duro. Al final, estas personas (en nuestro caso, los escritores) que tratan de liberar a la gente, terminan privados de libertad ya que la fuerza militar se encarga de reprimir cualquier posibilidad de libertad individual que ponga en peligro el poder que ellos tienen.
Rebeca Paz Prada
Durante los años sesenta nace en Latinoamérica una ola de escritores maestros que publicaron una serie de novelas marcando así la historia hispana. El rol del escritor a lo largo de esta época fue fundamental ya que se encargaron de caricaturizar una realidad dolorosa e inestable. En efecto, jugando con la crítica y el arte, llegaron a implantar una identidad colectiva en el imaginario latinoamericano. Este movimiento conocido como el Boom encarnará la literatura comprometida del escritor en su siglo. ¿A través de qué medidas el Boom Latinoamericano llega a plasmar la realidad del continente y cómo se traduce la crítica social y política? Analizaremos primero el retrato del dictador para proseguir con la pintura de la realidad latinoamericana que nos ofrecen los escritores del Boom.
Es importante situarse en el contexto histórico que abraza Latinoamérica durante esta época. Las dictaduras militares han tomado el poder en muchos países tales como Ecuador, Guatemala, Argentina, Chile etc. El terror, la represión y el caos dominan a través de una nueva organización social. Los protagonistas serán los dictadores tiranos, que serán igualmente representados en las obras del Boom.

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La figura del dictador se ilustrará a través de su autoritarismo y es en efecto lo que nos presenta Miguel Ángel Asturias, en su obra El Señor Presidente (1946) . Este alegato contra la tiranía denunciará la politiquería y el abuso del poder que un régimen llega a tener sobre los ciudadanos. El fragmento desentraña la degradación social de la época a través de un punto de vista hiperbólico. El realismo mágico que definirá un tipo de escritura de la época, se observa mediante la deformación de la realidad. La escena se construye sobre un cimiento grotesco, propio al esperpento, creación literaria que data de 1920. El Pelele, personaje con el que se abre la obra, es el representante de una sociedad traumatizada, pobre y moribunda. De igual manera el uso del lenguaje coloquial, la mezcla de la realidad y la pesadilla, la degradación extrema de los personajes, revelan la animalización del hombre. Esto se acompaña con la presencia de la muerte que está omnipresente, al igual que el miedo inspirado por los tiranos. El abuso que los militares hacen del poder se refleja en el homicidio que comete el Pelele. Asturias describe el salvajismo humano, la decadencia de la moral y una “guerra de todos contra todos” como diría Hobbes.
Por otra parte la exuberancia verbal y las numerosas descripciones están igual presentes en el fragmento de La fiesta del Chivo, novela publicada por Vargas Llosa (2001). Tras tres años de investigación, logra plasmar al dictador de República Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo. Su carácter manifiesta todas las características de la figura común del dictador “Padre benefactor de la patria”. El mesianismo lo conduce a actuar de manera megalómana. Su grandeza es causante de su superioridad acercándolo a la figura de un Dios (“Pero no era Dios”). Esta locura que alcanza los más altos límites de fanatismo, demuestra de lo que el Hombre es capaz.
El teniente García Guerrero es víctima del control absoluto del régimen militar sobre la vida privada. Sin embargo podemos interpretar la crítica del autor como una acusación de la cobardía y pereza de la sociedad que permite estos abusos.
Desde las primeras líneas, el miedo salta a los ojos del lector y esta intimidante figura del tirano reina sobre cualquier otra cosa. La amistad entre el dictador y la muerte decide por la vida de la población. Así, la tradición del realismo mágico de esta obra destacará la sátira al egocentrismo del jefe.
Los escritores del Boom Latinoamericano se esforzaron en calcar el tópico del dictador, que gobernó la Historia hispana durante 30 años. No obstante, otros escritores recurrieron a otros procedimientos y temas diferentes, pero que pintan de igual manera la realidad de la época.
La mayoría de las obras del Boom no son más que una contemplación de un mundo caótico y absurdo que representa Latinoamérica. La dificultad de absorber el retraso político, social y económico es evidente para la población del continente. Una permanente dominación necesita algún tipo de escape, y es lo que la literatura va a sembrar: una cierta esperanza. Este rechazo del mundo y desprecio de la realidad va a constituir el imaginario colectivo de la sociedad. El Boom despertará una identidad entre los latinoamericanos. Cortázar por su parte, ofrecerá un escape a través del juego literario. La creación literaria llegará a rozar lo trascendente en la condición humana. El juego es una forma de ficción y viene a remplazar la realidad rechazada constituyendo un refugio para la sensibilidad y la imaginación. Continuidad en los parques nos introducirá en la literatura fantástica, mezclando universos y sueños a través de la duda. La incertidumbre del final de la historia puede representar para el lector la incertidumbre de la vida, o de los hechos que en dicha época son tan misteriosos como la misma ficción. El escritor ofrece así la posibilidad de escapar de la inseguridad e introducirse en el misterio del mundo.
El Boom latinoamericano es la más pura expresión de literatura comprometida. Los tres fragmentos estudiados son el reflejo de ideas congeladas de la sociedad que revelan una lucha necesaria contra el pragmatismo. Este movimiento literario resume la Historia hispana pero paralelamente es un

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soporte para lo sociedad, un hito de la hermandad entre países vecinos. El aporte intelectual que los escritores dieron a su patria, por más que la mayoría escribió desde el extranjero, marcó de manera muy importante el contexto social e histórico. 

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